En 1920, Julio Sesto publica Psicología amorosa, con el subtítulo de "un libro raro". El libro escrito en prosa, que el autor dedica a su hija Florinda, explora los diversos sentimientos que forman parte del amar. A continuación un extracto del capítulo XV titulado La sombra de los celos.
Julio Sesto, prolífico escritor, periodista, poeta, ensayista, dramaturgo y extraordinario ser humano. Nacimiento: 10 de julio de 1879 (Galicia, España) Fallecimiento: 05 de mayo de 1960 (Ciudad de México, México) Biobiblioantología: Julio Sesto, su vida, sus obras @Ivette Durán Calderón
martes, 31 de julio de 2018
jueves, 11 de enero de 2018
Mi tlacotalpan - Julio Sesto (Julio Sesto Su vida, su obra)
Tiene sus calles de terciopelo,
casas de azúcar y soportales de charamuscas y caramelo
seda en el río, seda en el cielo,
y en sus crepúsculos, desde la gloria se dan festines
deslumbradores los serafines
con los cobaltos y con los oros y los carmines.
Estas ciudades place cantarlas
por ser cordiales, tibias y bellas,
con los lamentos al visitarlas
de no haber uno nacido en ellas.
En Tlacotalpan todo se cura, todo se olvida,
cura hasta el alma, que es incurable cuando está herida.
Pepa Murillo la ha consagrado con sus canciones
aquellos versos que en el ambiente son oraciones,
y que la musa tlacotalpeña, sacrificada por un amor
dejó las brisas de su terruño como un rumor,
y como llanto, en cada ola, y en cada planta y en cada flor.
¡Pepa Murillo, dulce cantora de ayer, que triste
está la casa de Tlacotalpan donde naciste!
Y tu sepulcro lira de mármol, álbum y palma
aún da al viajero que te visita
la esencia pura, rara, exquisita
de tu poesía fragante y honda que parte el alma.
En Tlacotalpan, cuando amanece, muestra la flora
perla de lágrimas de un persistente cuajado brillo;
es que de noche, desde los astros que alcanza, llora
por sus amores infortunados Pepa Murillo.
Musgos, tejados, aleros, pichos, gorriones…
El bardo clama volviendo el rostro por las esquinas;
donde hay tejados hubo hispanismo y hay tradiciones,
donde hay aleros hay aleteos y golondrinas…
En los hogares, fe y abundancia, paz y ternura,
y las muchachas aún obedecen al señor cura.
En estas playas el ser humano se siente ave,
y entre los ríos y los jardines y las palmeras,
la áspera vida que nos inquieta se torna suave
como las ondas, como las garzas y las riberas,
esto lo saben las mariposas del Papaloapan
que vuelan libres como un tesoro
y que no se esconden y no se escapan,
porque aunque tienen alas de oro,
están seguras de que en su río no las atrapan.
Mi Tlacotalpan tiene estas cosas que el mundo ignora…
Ríe al crepúsculo, reza en la noche y al alba llora.
La ronda el río. La cuida el barco. Velan sus lanchas.
Cada palmera le da nobleza con su penacho.
Y cuando el río que se desborda de amor, la inunda,
la cubre a besos, goza a sus anchas y la fecunda,
porque ella es hembra y el río es macho.
Mi Tlacotalpan, es limpia y fresca, risueña y clara,
porque en el río lava su ropa, baña su cuerpo, mira su cara
y aquí la luna que hace poetas, meció la cuna de Agustín Lara.
La Tlacotalpan de mis memorias y mi cariño
brinda en sus aguas y en sus praderas honda delicia.
El Papaloapan es como el Mino de mi Galicia,
y en estos ríos, grandes espejos, me vi de niño.
¡Oh, hermano mío! Si estás cargado de sufrimiento
ve al Papaloapan, toma los aires de Sotavento;
que en Tlacotalpan todo se cura, todo se olvida;
se cura el alma, que es incurable cuando está herida.
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