[...]Yo me arrepiento de
aquello que hicimos
cuando reñimos la
última vez:
¡tan ofuscados, que
ambos pusimos
los corazones en
manos del juez!
De lo que entonces
dispuso aquel hombre,
nada en mi ánimo
prevaleció:
ha separado del
tuyo mi nombre,
¡más de tu alma la
mía, eso no![...]